11 de maio de 2017

mais um poema de hans magnus enzensberger

El hundimiento del Titanic
Canto XVIII

Con lo cual, dijo la blanca voz, remaron
a toda prisa, alejándose
del punto impenetrable
donde había desaparecido el Titanic,
pero no pudieron escapar de los gritos.
Cada una de estas voces era clara y diferente
de la otra: el estridente alarido de terror
diferente del ronco lamento,
el chillido suplicante, distinto del gemido estrangulado,
y así sucesivamente, y no eran pocos los gritos,
sino miles de ellos, el mar estaba en calma,
había un arrullo en el aire, y las voces, prosiguió la voz,
llegaban lejos y eran muy nítidas, de ahí
que en el bote algunos dijeran, regresemos,
tenemos espacio, de ninguna manera,
se llenaría el bote y lo harían zozobrar,
dijeron otros, y nos ahogaríamos todos,
y así continuaron discutiendo y remando, hasta
que después de una larga hora, dijo la voz
tajantemente, las voces disminuyeron, y sólo
se oía aquí y allá una débil y solitaria tos,
un chillido animal apenas audible,
hundiéndose simplemente en la oscuridad total.

Nenhum comentário: